viernes, 13 de junio de 2008

El caso de los niños deshidratados - Alejandro Jodorowsky



Nunca me senté frente a mi máquina de escribir con tanta desesperación: sé que este artículo será leído con esceptisismo. Y sin embargo todos los datos que doy son verídicos, aparecidos en periódicos de México, Sudamérica y Europa. Quiero que lo que voy a escribir sea un grito de alerta: ¡Si usted, lector, tiene conexiones con el gobierno o el ejército, por favor trate de abrir una investigación!


Todo comenzó con un juego sencillo: recortar diariamente de los periódicos noticias curiosas (ejemplo: «Con una serpiente golpeaba a los asustados peatones», «Furioso combate de 40 cigüeñas y 30 águilas», «Un motociclista chocó con un cisne y murió», etc.). De pronto, encuentro en Excélsior el siguiente encabezado: «Cien niños muertos por un mal desconocido», «Río de Janeiro. 10 de marzo de 1962. (A.P.): Cien niños fallecieron a causa de una enfermedad desconocida, dice hoy O Globo. El médico que los atendió declaró que todos los niños estaban deshidratados...». Leyendo ese mismo día El Universal, encontré lo siguiente: «Cien niños muertos en Tampico». «Una epidemia ha causado la muerte de cien niños. Se cree que es gastroenteritis. Sin embargo, se supone también que fue a causa del calor porque todos estaban deshidratados. Un portavoz del Gobierno informó que la epidemia fue dominada después de declararse el estado de emergencia...». Decidí recortar noticias referentes a la deshidratación de niños. Y comenzó lo espeluznante: Día a día iban muriendo niños por deshidratación en Querétaro. Todos estos casos atribuidos al calor.

Le escribí a Adelaida Peters, poetisa brasileña, relatándole mis investigaciónes y rogándole leer los periódicos del 10 de marzo en adelate para enviarme las noticias que encontrara sobre la deshidratación de niños. Los recortes que recibí me condujeron a un estado de delirio: Después de los cien niños muertos en Río de Janeiro, cayeron 5 en San Pablo, 10 en Santos, 20 en Curitiba, 40 en Concepción, 80 en Villarrica y ¡cien en Asunción del Paraguay el 20 de marzo!

Lo extraordinario del caso era que había una correspondencia de muertes por deshidratación en cuanto al número ¾siempre en grupos iguales de 5, 10, 20, 40, 80 y 100¾, en cuanto al cambio de ciudades y en cuanto al desplazamiento de la enfermedad, desde el océano hacia el centro del Continente. «Esto no puede ser casualidad», me dije. Y más alerta que nunca continué leyendo los periódicos. ¡Principió la pesadilla!

Al cabo de cinco días de calma, tanto en Sudamérica como en México, comenzaron nuevamente los casos de muerte por deshidratación. Lo expongo paralelamente: 5 niños en San Miguel y Gobe; 10 en La Unión y Corumba; 20 en Reyes y Cuiaba; 40 en Pinos y Mato Grosso; 80 en Salinas y Purus y ¡cien niños deshidratados en Ranchito (San Luis Potosí) y en Río Tapajoz (Brasil), el 15 de abril!

La relación numérica era de tal exacta matematicidad que decidí no ocuparme de otra cosa que de este fenómeno. Escribí a mis amigos en Francia, relatándoles el caso y pidiéndoles recortes de diarios. Seguí en comunicación con Adelaida. El fenómeno continuó extendiéndose. Llegaron las noticias de Europa; concordaban con las mías: Una epidemia de deshidratación con el exacto número de muertes, comenzado el 10 de marzo, asolaba a Europa desde Wroclaw, pasando por Praga para llegar a Linz, cambiar de dirección (como la epidemia mexicana cambió de dirección en Querétaro y la sudamericana en Asunción) para dirigirse a Strasbourg, pasando por Baviera.

Mis amigos y yo seguimos el fenómeno durante tres meses. El ciclo se repitió tres veces más. En México, de Ranchito a Torreón a Elota. Interrupción. En seguida de Jilotán a Sanganguey a Ranchito nuevamente, a Villagrán a Rubio... En sudamérica pasó por los siguientes centros de cien muertes con las consabidas ciudades intermedias: de Tapajoz a Esquibo a Bogotá. Interrupción. Y más tarde de Arequipa a Río Jurúa a Tapajoz nuevamente, a Teresina a la Isla Marajo... Y en Europa de Nancy a París a Lyon. Interrupción. Y luego de Verona a Berna a Nancy nuevamente, de Hannover a Amsterdam.

Viendo la repetición sistematica de una ciudad en cada uno de los tres casos (Ranchito, Tapajoz y Nancy), tomé un lapíz y tracé una línea de ciudad a ciudad para darme cuenta que las muertes por deshidratación dibujaban en cada continente una antigua cruz svástica.

Esto me pareció tan irreal, tan descabellado, tan demente que volví a revisar mi archivo. Verifiqué las fechas; di por azar con mi sección «Accidentes aéreos inexplicables y aviones desaparecidos».

El 10 de marzo estalló en el Golfo de México un DC-7 B con 42 personas a bordo. Todas perecieron... El 20 de marzo en Irlanda estalló un Superconstelación, en el aire, de la Compañia Holandesa KLM con 99 personas... El 15 de abril en Bogotá, un avión de un motor estalló en el aire, etc... Cada vez que en una ciudad morían cien niños por deshidratación, al día siguiente estallaba un avión en pleno vuelo. ¡La coincidencia era demasiado grande para ser casualidad!

Volví a escribir a mis amigos rogándoles que revisaran los diarios para ver sí encontraban algo que les hubiera pasado inadvertido. Recibí dos noticias extraordinarias. De Francia: «Lyon. Extraña muerte de un niño: Al regresar de un cine, los aterrados padres se encontraron con que su bebé de ocho meses había muerto de un mal desconocido. Los médicos diagnosticaron deshidratación. Al mover el lecho del niño encontraron una masa de un metro cúbico de materia desconocida, transparente, flexible, pero tan dura como el acero. Nadie ha podido explicar su origen. Se cree que es gas solidificado que escapó de una cañería. Al transportar la masa para investigar su composición en el Instituto de Química, los camioneros la perdieron en el camino. Nadie ha vuelto a encontrarla. Se cree que se disolvió...». (Yo me pregunté: «¿Cómo es posible que alguien pueda perder en una calle de Lyon, recorrida por cientos de automóviles cada hora, un metro cúbico de materia tan dura como el acero?»).

La segunda noticia: «Brasil. Cuiaba. Tragedia en un hospital de niños. Una enfermera que llevaba, durante la noche, en una bandeja de plata unos medicamentos a la sección infantil, asistió a una enorme explosión que hizo derrumbarse hacia la calle todo un muro. Se encontró una gran cantidad de niños semivivos y otros muertos. Los que aún respiraban tenían algunos miembros secos; ya sea los brazos o las piernas. Los muertos tenían la cabeza deshidratada. Se cree que fue una explosión de un producto químico olvidado que estalló por un chispazo accidental. Se encontraron restos de materia transparente y sólida como el acero. Cuando se quiso analizarla había desaparecido. Se deduce que se volatilizó...». (Artículo enigmático que concordaba con el de Francia en cuanto a la inexplicable desaparición de esa rara materia y también por su presencia en casos de deshidratación infantil. No acepté la absurda explicación de «gas solidificado» o «explosión de materias químicas», porque en el primer caso el bebé no murió de intoxicación por gas, y en el segundo caso los niños no presentaban quemaduras).

Tenía una serie de datos, pero me faltaba un hilo que uniera todo ese material. Lo obtuve por fin en la revista ¡Siempre!, número 467, junio 6, página 15. Hay allí un artículo de Luis Gutiérrez y González que se llama «La cosa en el cielo». Dice así: «Entre los aviadores comerciales circula la versión espeluznante de una sustancia desconocida que flota en el espacio, transparente como el agua pero sólida como el acero, que actúa como imán en la proximidad de los aviones. En ocasión de los desastres aéreos, la prensa en sus informaciones intuye, también, la sospecha que uno a otro se confían los pilotos: «algo extraño interrumpió el vuelo de la nave que dos minutos antes había reportado un tránsito normal...». «Coinciden los peritos en declarar que el avión se desintegró en el aire, triturado acaso por una tormenta eléctrica o un disturbio atmosférico, todavía no esclarecido...». «Una fuerza irresistible destrozó el avión, que cuando cayó a tierra ya estaba hecho pedazos...». «Muy difícil ¾los cerebros modernos de tanto serlo, solamente aceptan lo que se puede ver y tocar¾ es aceptar la cinematográfica hipótesis que, suelta en la atmósfera y más pesada que el aire, flota una cosa sobre la que no actúa la fuerza de gravedad».

Bastó este artículo para darme cuenta que había descubierto un monstruo magnético que se alimentaba con agua de niños. La concordancia de la materia encontrada en Europa y Sudamérica con la descripción de los pilotos era inobjetable. La lenta marcha de una ciudad a otra, absorbiendo agua humana y el estallido de aviones cuando la maligna nube estaba llena y podía, por lo tanto, elevarse venciendo la gravedad, era también inobjetable. Si bajo una cuna apareció un metro cúbico de monstruo, era evidente que la nube se componía de partículas capaces de trabajar por separado. Estas partículas, luego de actuar independientemente, se unían en el aire: eso explicaba la desaparición en Lyon. La materia no cayó ni se perdió sino que escapó volando. En el hospital no hubo explosión, sino que parte de la nube-vampiro huyó por una razón que revelaré más adelante, derribando un muro (por eso cayó hacia la calle, empujando de adentro hacia afuera) dejando su alimento a medio consumir.

Después de tan aterradoras conclusiones, me quedaba aún investigar el por qué se producía este fenómeno en tres partes del Globo al mismo tiempo y por qué dibujaba una svástica. Recordé haber leído algo acerca de ese símbolo en la Historia de la Civilización Africana de Leo Frobenius. En un capítulo referente al símbolo del León, estudia Frobenius cómo ese animal es una representación solar que se forma en svástica. Y el León-svástica es ¡el símbolo de la Gorgona! Dice: «Se puede constatar que en Asia Occidental, el León y el Águila, animales investidos de la misma significación símbolica, se han amalgamado. El motivo serpiente-pájaro participa también de esta fusión, así como un motivo solar específico: la svástica». (Una nube compuesta de muchas vértebras de un metro cúbico, puede unirse en hilera, adoptando la forma de una serpiente, lo que daría origen al mito de la Serpiente-pájaro).

Entonces, la svástica era la Gorgona. Investigué en la Mitología griega de Charles Kérenyi.

La Gorgona se componía de tres diosas aladas. (Nubes). Se la comparaba a máscaras parecidas a las que se «suspendían» en honor de Hécate. (Concordancia con las masas suspendidas en el cielo). Hesiodo cuenta que las Gorgonas vivían en la dirección de la noche, más allá del océano, cerca de la Luna. Los discípulos de Orfeo decían que su nombre significaba «parte» así como su número correspondía a las «tres partes de la Luna» o fases. (Estas tres nubes-vampiros son una sola que se divide al llegar a la Tierra. Puede venir desde la Luna. G.Gurdjieff dijo a Ouspensky que la Luna se alimentaba de seres humanos). La Gorgona cambia en piedra al hombre que la mira. (Las nubes deshidratan. Un niño deshidratado se asemeja a la piedra). Este ser triple fue muerto en la antigüedad por Perseo ayudándose con un escudo de plata y mirando allí el reflejo del monstruo para cortarle la cabeza con una espada de acero. (Esto explicaría la huída de la nube-vampiro del hospital brasileño. La enfermera llevaba una bandeja de plata. Quizá de allí venga el Mito de los vampiros que se exterminan con balas de plata. ¿Será necesario fabricar un avión de plata para despejar el cielo terrestre de estos monstruos?). La Gorgona venía del mar. (La svástica de las nubes-vampiros comienza en los tres casos del mar para internarse en el continente). Así como la Gorgona atrajo el acero de la espada de Perseo, así las nubes-vampiros atraen el acero de los aviones...

Estas tres nubes han existido sobre la Tierra desde tiempos inmemorables. Han dado origen al mito solar de la svástica, de los vampiros, de la serpiente emplumada, de las Moiras, Erinias, Arpías, etc. Han vivido alimentándose de agua humana. ¡Es necesario eliminarlas! He dado el grito de alarma. Los datos son suficientes como para que mis lectores organicen un comité y pidan a los mandatarios y al ejército de todos los países la exterminación radical de estas tres nubes-vampiros. Hasta que no tengamos la certeza absoluta de su desaparición no podremos viajar o procrear tranquilos.